Viajando por la isla - De Arecibo a Aguadilla 1
“El trayecto que recorre el tren de un pueblo a otro es de cincuenta y seis kilómetros. El paisaje es variado y pintoresco. Ya la vista se explaya contemplando grandes fajas de mar que el tren bordea, en medio de un hermoso panorama; ya se deleita con los sembrados de algodón que se suceden con vertiginosa rapidez. A trechos aparecen pequeñas aldeas formadas por chozas de paja y yaguas. Unas veces, nos vemos envueltos en espantosa oscuridad al pasar el túnel de 'Guajataca', entre Quebradillas é Isabela, y otras la luz irradia hermosísima al dar la vuelta a un puente dormido bajo la falda de hermosas montañas, que os recuerdan las rientes costas de Mallorca ó las voluptuosas campiñas de Suiza, la patria inmortal de la libertad y de la independencia.
El viajero pasa de una emoción a otra, de un paisaje encantador en donde la naturaleza ha prodigado á manos llenas la frondosidad de bosques que parecen seculares á la desolación de las tierras llanas que no tienen otro cultivo que el pasto. Entre los cuadros que podría inmortalizar una paleta, admiramos uno verdaderamente sugestivo.
Entre los arreboles de una tarde tranquila, en medio de esa media luz violácea, cuando trae la noche con su manto de sombra la espléndida naturaleza, contemplamos sobre la falda de una montaña la silueta de un toro que aparecía envuelto en un círculo luminoso que no era otra cosa que una mancha rojiza.
Mientras todos los viajeros de primera van en mangas de camisa por el calor excesivo que reina, yo entablo conversación con una viajera de Camuy que de golpe y porrazo me asalta con la siguiente pregunta.
¿No sabe usted por qué deseo la resurrección de los muertos?
Pues, porque así no se acabaría el mundo.
Después la buena señora se empeňa á todo trance, en regalar á un compañero un billete de cincuenta dollars. Por negarse el favorecido le tira la mujer con un saco de noche y se hace necesario apelar a todas las vías diplomáticas para demostrar que aún cuando vamos en mangas de camisas en los coches de primera, no somos asaltantes de caminos ni nada que se asemeje a un Pernales.
Calmada la buena señora que probablemente no las tendrá todas consigo, en lucha con su inteligencia que se apaga, exclama con aire beatífico: Cada uno ha nacido con un destino, unos nacen para Santos y otros para hacer carbón. La risa fue general.
Entramos en Aguadilla, la villa invicta del ojo, la cuna del poeta de Diego, el cantor inspirado de Laura.
Mientras yo estoy conmovidísimo por lo que me han hecho decir los cagistas, al hablar de mi visita á la Hija del Caribe y recordar al gran poeta Padilla, el tren ha parado en la estación lanzando un resoplido que repercute de un punto á otro de la comarca y que difunde el eco en sonoridade estridentes…
S. Dalmau y Canet.”
Compare este artículo con uno similar redactado en 1950...
Fuente
1. (1907, octubre 7). Viajando por la isla - De Arecibo a Aguadilla. [Periódico digitalizado]. Boletín Mercantil de Puerto Rico. A.LXIX. No.236. p.2. Chronicling America: Historic American Newspapers. Biblioteca del Congreso de EE.UU.