13 de enero de 2024

La inauguración del tranvía de Ubarri, enero de 1880

La inauguración del tranvía de la Capital a Río Piedras en 1880 fue sin duda alguna uno de los eventos más importantes en el desarrollo urbano de la ciudad de San Juan. Su implementación facilitó el desarrollo de las áreas por el cual pasaban sus rieles y agilizó las comunicaciones entre la vieja ciudad, el nuevo suburbio de Santurce y el pueblo vecino de Río Piedras. El evento fue cubierto por el periódico Boletín Mercantil de Puerto Rico en su edición del día 30 de enero de 1880. El largo articulo describe los eventos del día y alaba las hazañas de don Pablo Ubarri convirtiendose al fin de cuentas en un editorial del Boletín Mercantíl sobre su poscisión respecto a la importancia de los emigrantes en el desarrollo de la provincia.



Figura 1. Artículo sobre la inauguración
del tranvía de Ubarri.




El miércoles 28 de enero de 1880 será una fecha memorable en … tos de Puerto rico

La locomotora, signo de progreso material, ha silbado por primera vez en el país, enviando d las nubes, como en en holocausto del trabajo del hombre el humo del vapor, a lo manera con que Abel elevaba el de sus sacrificios aceptos a Dios.

A las dos de la tarde un pueblo inmenso, en cuyos semblantes retratábanse la alegría, la sorpresa y la satisfacción, invadía la ancha explanada que está delante de la estación en torno del pequeño tren, compuesto del coche-máquina y dos carros de primera. Las primeras autoridades se aprestaban a ocupar sus asientos para hacer el viaje de oficial inauguración.

Todos esperaban algo. Era que el Excmo. e Illmo. Sr. Obispo de la diócesis había sido invitado para que bendiciendo este signo de verdadero progreso, como se place en hacerlo siempre a Iglesia, protectora de todos los progresos materiales y representante de todos los progresos morales de la humanidad, descendiese del Cielo la divina protección sobre la, empresa, debida a la iniciativa de un catolico ferviente.

En efecto, a las dos y diez llegó el venerable Prelado acompañado del Sr. Provisor y del P. Nin. Revestido S.E.I.de los hábitos episcopales, en medio de un respetuoso silencio, bendijo el tren, teniendo a su derecha al Excmo. Sr. Gobernador General y en derredor a todas las demás autoridades civiles y militares. Terminada esta ceremonia subieron a los coches los Sres Gobernador General, Obispo, Segundo Cabo, Comandante Principal de Marina, Intendente, Presidente de la Audiencia, Fiscal de S. M., Comisión provincial, Ayuntamiento, Provisor, Coroneles y Jefes y de los Cuerpos de la guarnición, Ingenieros de Obras públicas y el del tranvía, Secretario de Gobierno, Ayudantes del Capitán General y Segundo Cabo y algunas otras personas distinguidas que no recordamos.

El bello sexo tambien estaba dignamente representado por las señoras Condesa de Caspe, por la esposa del Fiscal de S. M. D. Manuel Adriaensens, por la del Alcalde D. José Ramon Becerra, por la del diputado provincial D. Enrique Delgado, por la del concejal D. Eduardo Lopez Cepero, y por las señoritas Iriarte y Borras y no sabemos si habremos olvidado a algunas otras.

Los alrededores del tranvía, las calles, y los balcones vecinos estaban atestados de espectadores.

A las dos y veinte minutos de la tarde arrancó el tren en medio de los vivas atronadores que daba la multitud ebria de contento. En Puerta de Tierra esperaban muchísimas personas del pueblo para ver la partida del tranvía, y en los lados de toda la longitud de la vía contemplaban gratamente sorprendidos muchos individuos de ambos sexos y de todas las edades y condiciones. Muchos descubríanse respetuosamente ante los que íbamos en el majestuoso vehículo, oyéndose de cuando en cuando vivas a Ubarri. En pocos minutos llegó el tranvía al Instituto, en cuyos balcones estaban catedráticos y alumnos, con una juvenil orquesta que tocaba la Marcha Real en honor del Excmo. Sr. Gobernador General. La locomotora se detuvo breves minutos, arrancando después en medio de los patrióticos hurras que daban los profesores y alumnos del colegio. Continuó el tren recorriendo la pintoresca carretera de Cangrejos hasta llegar al frente de la casa de D. Pablo Ubarri. Antes de apearse, dió el Sr. Padilla vivas a España, al Rey, al Gobernador, a Puerto-Rico y al Sr. Ubarri, que fueron contestados con entusiasmo por los viajeros. Allí se bajaron las sesentas personas, poco más o menos, que llevaba, quienes, atentamente invitadas por el empresario, se dirigieron a pié por entre la calle de cocos hasta la casa de campo del opulento propietario del tranvía, en la cual fueron todas cortésmente recibidas por la señora, señorita y demás familia del Sr. Ubarri. Los distinguidos concurrentes fueron primero obsequiados con refrescos, y después que hubieron descansado se les invitó á un magnífico lunch. sentándose en el primer turno las senoras y senoritas y en el segundo los caballeros. El Champagne, el Jerez y demás vinos generosos, así como exquisitos dulces y tabacos, se repartieron con profusión.

El Excmo. Sr. Gobernador General D. Eulogio Despujol, con esa frase correcta, castiza y elocuente que le distingue, en la cual ni un ápice revela su orígen catalan, así como no se conoce que S.E.es españiol cuando habla en francés, felicito al Sr. Ubarri en nombre de la provincia por el amor que había demostrado tener al país invirtiendo en una mejora de gran trascendencia para la tierra en que nacieron sus hijos una gran parte del capital que había acumulado a costa de trabajo constante, de virtuosa economía, y de acrisolada honradez. Dijo S. E. que si la fortuna y enérgica iniciativa de un hombre solo habían dado aquel resultado, demostrando prácticamente que la iniciativa individual es capaz de dar cima a todas las grandes empresas, porque querer es poder, ¡cuánto podrían hacer en beneficio de la isla, los capitales y las voluntades de muchos, echando mano de la poderosa palanca de la asociación, y mucho más contando, cómo pueden contar todos, con la paternal y solícita protección del Gobierno de S. M., dispuesto siempre a cooperar a todo cuanto en pro de esta provincia se proyecte! Por fin, S. E. después de manifestar que él no sabía el idioma de la adulación, alabó, por un sentimiento de justicia, la constancia y la energía indomables del empresario, que había sabido vencer toda clase de obstáculos físicos hasta realizar su vasto proyecto, principio sin duda de otras empresas análogas llamadas a hacer próspera y feliz a esta tierra privilegiada.

El Sr. Ubarri, un tanto conmovido ante estas frases de estricta justicia, articuladas por labios tan autorizados, contestó dando las gracias a S. E. y manifestando que había hecho y estaba haciendo cuando hasta ahora le permitían sus recursos disponibles; que si más tarde podía más y hallaba apoyo tal vez haría más.

Tomaron luego sucesivamente la palabra los Sres. D. José R. Becerra y D. Pélux J. Padilla, extendiéndose sobre el asunto que tan: admirablemente había resumido el Gobernador General. La falta de tiempo y espacio nos impide extractar sus oportunos brindis.

A las cuatro de la tarde se despidieron los numerosos y distinguidos huéspedes de la señora de la casa, regresando en el tranvía. Esta vez los profesores y alumnos del Instituto estaban extendidos al frente del edificio a lo largo de la vía. La música infantil tocaba, los colegiales daban vivas á España, a la primera autoridad y al Sr. Ubarri. El tranvía pasó despacio, pero sin detenerse allí, sino en donde quisieron bajar algunos de los señores que viven en Cangrejos.

A las cuatro y media llegaba el tren a la estación de esta capital, en donde había aún bastante pueblo.

Allí se despidieron y separaron los expedicionarios.

Los carros tienen un movimiento suave y cómodo, y es sumamente agradable viajar en ellos. La máquina se detiene en un par de metros de distancia, sin choque alguno pues tienen los coches, además de los frenos comunes, un gran freno de aire de nueva invención que contiene instantáneamente el impulso.

El tiempo estaba bueno, aunque a veces solían cruzar breves nubes que hacían descender pequeñas lloviznas.

Queriendo los señores jefes y oficiales de voluntarios, con el fausto motivo de la inauguración del tranvía, dar una prueba, en nombre del batallón, del respetuoso cariño que les merece su digno primer jete, Improvisaron una serenata, que, con la música del cuerpo, con treinta hachones encendidos y con varios vistosos transparentes en que iban versos y letreros en honor de la persona obsequiada, salió a las ocho menos cuarto de la noche de la plaza de Santiago la vez que empezaba a caer una menuda pero pasajera lluvia, recorriendo la calle de la Fortaleza, seguida de mucho pueblo hasta la de San José, pasando por delante de la Intendencia y viniendo por la calle de San Francisco a detenerse ante la lujosa morada del Sr. Ubarri. Allí alternó con la de voluntarios la música de la Sociedad de Conciertos, llamada por el Ayuntamiento de esta Capital.

La casa del Sr. Ubarri fué inundada por multitud de caballeros de todas las clases sociales, y por varias señoras y señoritas. No mencionaremos nombres propios, pues se va haciendo muy extensa esta relación. Baste decir que se pasó allí una grata velada; que los cırcunstantes fueron obsequiados con exquisitos licores, refrescos, dulces y tabacos; que los dueños de la casa estuvieron finos y atentos con la inmensa concurrencia que poblaba sus salones, balcones y galerías; que las músicas tocaron en medio de apretada multitud selectas piezas de todos géneros; que la casa de Ubarri y demás de la cuadra, así como muchas otras de la ciudad. estaban iluminadas y engalanadas; que los balcones del frente estaban llenos de personas; que se encendieron en las azoteas algunas luces de Bengala, y se elevaron algunos cohetes voladores; que hubo vivas y felicitaciones; que los Excmos. Sres. Brigadier Gamir y Baston dirigieron al Sr. Ubarri brindis que por el ruido de la música no pudimos oír; y en fin, que el dia de ayer, a la par que memorable para la provincia y principalmente para la Capital, fué de completa ovación para ese modesto hijo de Bilbao que de pobre emigrante supo elevarse con el trabajo a las cimas sociales, al apogeo de la estimación pública y de la fortuna; a ese hombre virtuoso a quien no ha llegado a desvanecer el demonio del orgullo, como a otros que, corno él (como nosotros) han salido de la nada y se juzgan ya sabios, célebres, poderosos, y con derecho a estar por encima de los que realmente les son superiores.

La amistad íntima que nos liga con D. Pablo Ubarri nos veda elogiarle cual merece ; con todo, no hemos de concluir estas líneas sin consignar una verdad, no tanto por lo que a el le honra, como porque es preciso deducir una consecuencia económica que importa mucho divulgar entre las masas. Cuanto posee Ubarri lo ha creado él mismo : sus valiosas fincas no existían antes de poseerlas él. Sus fértiles pastos de Cangrejos eran arenales estériles y abrasadores como los del desierto de Sahara.

Ubarri, á fuerza de trabajo y aprovechando los fecundizantes naturales de la Capital, ha logrado instalar sobre su seca superficie una feraz capa vegetal que produce hoy el malojillo y la yerba de Guinea: su finca de la Carolina era una ciénega que había costado la vida a otro vizcaino que a desecar se había puesto; el (Ubarri), despreciando el sol abrasador del Trópico y los miasmas pútri los de los pantanos, sin dirección facultativa, hizo huir las aguas de aquel suelo, que hoy produce lozanas cañas. Su inmensa finca de Río-grande era un lago. Sin más estudios de hidráulica que su buen sentido, emprendió la ímproba tarea del desagüe, empezando la zanja, para no equivocar el nivel, desde el lejano río, y haciendo excavar inmensas masas de tierra fangosa que se caían varias veces al canal, y que a fuerza de repetir la operación se fueron endureciendo por el oreo, consiguiendo lanzar al cauce común las aguas estancadas allí desde el principio del mundo, dejando en el lugar que ocupaban los fertilísimos terrenos que forman hoy parte principal de su grande, pero penosamente ganada fortuna. Así arrancó D. Pablo Ubarri sus bienes á las entrañas de la rebelde tierra; así, de este modo duro, riesgoso y lento, es como logró hacer dinero para el tranvía.

Pueblo sencillo de Puerto-Rico si oyes hablar de peninsulares que aquí, tras una vida de labor, se han enriquecido, no creas, no, como en otra parte propaló la mal intencionada ignorancia laborante, qne han quitado sus bienes a los hijos del país; los han creado, los han hecho brotar de la tierra con sus esfuerzos en beneficio de centenares de obreros que luego comen, a cambio de su trabajo, el pan del rico.

En la Tierra-firme vecina, hubo muchos Ubarris, como él, ricos por el trabajo, como él bienhechores del país en que vivían. Los separatistas, para mover al pueblo a tomar las armas, entre otras mentiras, le decían que todos aquellos cuantiosos bienes los habían sacado a los naturales. Sobrevino la guerra: los Ubarris se pusieron. a defender su pabellón; unos murieron, otros emigraron; y hoy el Perú, y Méjico asombro del universo durante tres siglos por sus riquezas debidas en gran parte a las minas, al comercio, y a la agricultura que habían fomentado los peninsulares, son países muchos más pobres que las antes incultas tierras americanas del Septentrión, tan espléndidas en la actualidad por sus riquezas creadas con el trabajo de la inmigracion europea, como extenuados están Méjico y el Perú, adonde ya no van apenas emigrantes por más que los llamen y los aprecien los nuevos gobiernos que han conocido al fin que la inmigracion es la riqueza, y que solo los ladrones son los que medran a costa de otros. Pero como las repúblicas indicadas no han logrado mantener la paz ni por dos lustros seguidos, siendo así que Espańa la mantuvo por tres siglos, no puede garantizar vidas ni haciendas, y su pobreza, cada día en aumento, forma contraste con la exuberancia con que Dios dotó su suelo. Todo el que trabaja en agricultura, industria, comercio, o profesiones liberales crea un valor que antes no existía.

El Excmo. Ayuntamiento de la Capital, interpretando fielmente la noble gratitud del país, ha nombrado por aclamación al Excmo. Sr. D. Pablo Ubarri hijo adoptivo, de Puerto-Rico; le ha obsequiado con la música de la Sociedad de Conciertos, y ha costeado los fuegos artificiales y luces de Bengala de que hemos hablado, ¡Loor al digno Ayuntamiento de la Capital!

Queda prácticamente demostrado con las obras de todos, sin distinción de partidos, que para ser amigo del país no es necesario hacer negociaciones de billetes, ni apoyar escuelas filotécnicas, ni pensar en poiítica de un modo distinto que el BOLETIN MERCANTIL.


Más información sobre el tranvía de la Capital en la página: El tranvía de San juan a Río Piedras...

Fuentes

(1880, enero 30) Inauguración del tranvía. Boletín Mercantil de Puerto Rico, p.2, c.1. Chronicling America: Historic American Newspapers. Biblioteca del Congreso de EE.UU.